Perú: La lucha del pueblo Asháninka frente a la pesca con dinamita
El principal alimento de las más de 140 comunidades nativas del distrito de Puerto Bermúdez se encuentra en peligro debido a la práctica ilegal de la pesca con dinamita en su localidad. Ante ello, los pobladores indígenas se han convertido en principales vigilantes de sus peces en el río Pichis.

Gran parte del día circulan hombres, mujeres, niños y ancianos indígenas en el Puerto Yanizú del distrito de Puerto Bermúdez (provincia de Oxapampa, departamento de Pasco) para surcar los distintos puntos de los 182 kilómetros del río Pichis, con el objetivo de arribar a la ciudad o regresar a sus precarias comunidades. Un lleva y trae constante de alimentos, medicinas y artículos para consumo o venta. Las autoridades pasqueñas señalan que actualmente se registran 147 comunidades dispersas como pequeños islotes rodeados por bosques ribereños.
Puerto Bermúdez, ubicado a poco más de 500 kilómetros de Lima, tiene más de 20 mil habitantes, de los cuales la mitad son nativos asháninkas, según el último censo nacional. Históricamente, este distrito ha enfrentado muchos desafíos, como la colonización y despojo de sus tierras. En la actualidad, el 40% de los niños locales, de 0 a 5 años, está desnutrido y 4 de 10 habitantes viven en condición de pobreza, de acuerdo con el Plan de Desarrollo Concertado de la Municipalidad Distrital de Puerto Bermúdez. A ello se suma la preocupante escasez de peces en el Pichis debido a la práctica ilegal de la pesca con explosivos.

Peces amazónicos de mayor demanda como la chupadora, lisa, variedad de bagres y carachama, claves en la dieta de los pobladores asháninkas de Puerto Bermúdez, parecen tener su futuro comprometido en el río Pichis.
Los daños que ocasiona el uso de explosivos son alarmantes, depredando indiscriminadamente a los peces y atentando contra el frágil equilibrio del ecosistema. Asimismo, la calidad del agua se ve alterada, lo cual afecta de manera significativa a la vida acuática. Lamentablemente, esta práctica ha reemplazado las ancestrales formas de pesca de en este distrito, denominado “ciudad geocéntrica del Perú”, al encontrarse rodeado importantes áreas naturales protegidas, respaldadas por el Ministerio del Ambiente.
“Aunque no tenemos presencia puntual en el distrito de Puerto Bermúdez debido al poco volumen de peces que produce, el centro de innovación productiva y transferencia tecnológica (CITE), que trabaja actualmente en regiones vecinas como Ucayali, sabe que la práctica de la pesca con dinamita continúa y alcanza a otros pueblos indígenas. Es un efecto en cadena que rompe el ciclo vital de los peces. Nosotros luchamos y contribuimos a la mejora de la competitividad del sector pesquero amazónico, pero el problema persiste en esos ríos”, dice Gino Bustillos, especialista en transferencia tecnológica del Instituto Tecnológico de la Producción (ITP).
Por su parte, el apu Abner Campos, jefe de la Asociación de Nacionalidades Asháninkas del Valle de Pichis (ANAP), reconoce el uso abusivo de explosivos para pescar en el grupo de comunidades que lidera, así como la modalidad que emplean los infractores para pasar los casi nulos controles e ingresar la dinamita al Pichis. Esta práctica constituye un delito ambiental de acuerdo con el artículo 308-B del Código Penal en el Perú, que sanciona hasta con cinco años de cárcel a quien extraiga especies de agua salada o dulce mediante el uso de explosivos o sustancias tóxicas. Estas últimas se conseguirían, según fuentes comunitarias, en algunos negocios cercanos a los puertos. Hasta la fecha, según el apu (autoridad indígena amazónica), no existen casos ejemplares de sanciones con prisión efectiva en Puerto Bermúdez.
“Con el equipo de monitoreo de vigilancia hemos podido disminuir un poco las explosiones…tenemos que hacer un trabajo de hormiga para defender nuestro territorio, pero aquí tenemos que articular con entidades públicas y privadas”, dice Campos en la sede de la asociación indígena.

El equipo de monitoreo indígena en mención, está integrado por un grupo de asháninkas organizados para la vigilancia ribereña desde julio del 2013, casi siempre, señalan los habitantes, con el poco apoyo de la Dirección Regional de Producción, que representa al Ministerio de la Producción, la cual no tiene una oficina en Puerto Bermúdez, sólo en Oxapampa. Hasta ese punto se llega tras un trayecto de seis horas de camino en auto. Ahí reside el ingeniero Francisco Yauri, representante de esta institución, quien manifiesta que su ausencia en ese distrito se debe a la falta de presupuesto.
“La falta de presupuesto y la pandemia nos ha limitado, esto es un problema macro…lo que estamos haciendo para afrontarlo es apostar por la acuicultura dado que no podemos acudir continuamente a monitorear la pesca con explosivos por limitación económica”, afirma Yauri, quien lidera la institución hace más de diez años, sin posibilidad de viajar a Puerto Bermúdez en lo que va del 2023
Mientras tanto, en comunidades lejanas de la localidad, nativos del río Pichis se han organizado hace muchos años para enfrentar y denunciar a los infractores, acudiendo, años atrás, ante la Policía y la Fiscalía Provincial Mixta de Puerto Bermúdez, a pesar de los riesgos que esto implica. Según comentan, en este 2023 el equipo de vigilantes de pesca indígena del río Pichis no cuenta con carné de reconocimiento actualizado de las autoridades, debido al cambio de mandatarios municipales.

“Como monitores tenemos que arriesgarnos en detectar a quienes se atreven a ingresar la dinamita o el veneno para seguir perjudicando el Pichis. Hemos colocado hasta letreros con la ley, pero los desaparecen o somos amenazados muchas veces. Yo he llegado a escuchar hasta 40 tiros diarios en este año”, cuenta Víctor S., uno de los vigilantes indígenas más antiguos.
El comunicador bermudeño Hans Ruiz, con muchos años ejerciendo el periodismo en la zona, comenta que esta práctica pesquera surgió en la década del 80, cuando se inició la construcción de parte de la carretera del centro del Perú, que los conectaba con distritos con mayor movimiento comercial como son Villa Rica y Oxapampa: “Esas mismas personas que llegaron en ese tiempo instalaron la dinamita para usarla en la pesca, lo cual facilitaba las jornadas de la caza de las especies. Algunas ya han ido desapareciendo”.
No es exagerado decir que ahora ingresan miles de cartuchos de dinamita en el río y que son difíciles de registrar. Cuando las autoridades llegan a una lejana comunidad nativa, los peces ya flotan, como hemos podido comprobar en la comunidad nativa Primavera, que está a dos horas de Puerto Bermúdez, por lo que muchas veces este delito no se denuncia. “Hay pocas denuncias, a lo mucho una o dos”, subraya el periodista
El cambio de autoridades que actualmente enfrentan todas las regiones del Perú, ha retrasado el reconocimiento de los monitores de pesca en el río Pichis. La gerente de Desarrollo y Medio Ambiente de la Municipalidad de Puerto Bermúdez, Helen Melgarejo, detalla que se está activando una Comisión Ambiental en la comuna con un cuadro único de infracciones y sanciones para revertir el panorama.

“Desde que hemos ingresado a la gestión, no hemos tenido reunión con las personas que se encargan de la vigilancia que menciona. Somos nuevas autoridades”, afirma la funcionaria pública en el puerto Yanizú, cuando le señalamos algunos puntos que serían focos rojos de las explosiones, como la zona de Azupizú y las comunidades Puerto Pascuala, Palmacocha, Santa Isidora y San Juan de Chivis.
Cuando navegamos el río Pichis vemos a familias tratando de atrapar algo para llevar a su mesa. Sin embargo, ello se ha convertido en una actividad meramente recreativa. Sólo les queda hacer bromas mientras capturan un pequeñísimo cunchi (especie de bagre). “Antes solíamos pescar grandes sábalos, pacos, zúngaros y doncellas”, comenta un residente local que prefiere ocultar su identidad.

Al respecto, Melgarejo recalca que “las consecuencias de esta situación en el río Pichis van más allá de lo ecológico. Afectan profundamente a nivel social y económico, pues la falta de peces en el río priva a estas comunidades de una fuente vital de alimento y de un elemento primario de su cultura. Además, la pesca es una actividad que también genera ingresos, tanto para la venta local como para el pequeño comercio”.
En este contexto, la acuicultura se erige como una solución rápida y sostenible frente a la devastadora práctica de la pesca con explosivos, que se agudiza y va en crecimiento al igual que los constantes casos de dengue, diagnósticos frecuentes de enfermedades respiratorias y resultados positivos de VIH. Mientras que la dinamita aniquila indiscriminadamente la vida de ecosistemas fluviales del Pichis, la crianza de peces usando alevinos procedentes de la vecina región de Ucayali, ofrece beneficios para el resguardo alimenticio amazónico peruano. El monitor pesquero Víctor S. ya cuenta con experiencia en crianza de pacos y chupadoras.
Así, los asháninkas en Puerto Bermúdez controlan las especies más consumidas en entornos adecuados y seguros y evitan la depredación, así como el daño a las poblaciones naturales. Esto contribuye a la conservación de su biodiversidad, pero no impide que las explosiones resuenen escandalosamente en sus ríos desde mayo hasta setiembre, épocas más calurosas.

Para poner en alerta a las autoridades de mayor jerarquía, viajamos a Lima en busca de la congresista de la República, Nelcy Heidinger, quien este año tiene representación para la región Pasco. Frente a la pesca con dinamita, la parlamentaria menciona que, “Si es una práctica frecuente, es preocupante y se va a establecer una revisión de este tema, empezando a trabajar con la municipalidad”. Aunque indicó que cuando visitó este distrito no vio muestras de apertura de parte de las autoridades locales.
Como se evidencia, no se ha conseguido comprometer a todas las partes involucradas, a opinión de los guardianes amazónicos en el río Pichis, quienes demandan un llamado urgente a la acción.
Por: Lizbeth Quijandría
Periodista
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