El 48.8% de la población infantil padece de anemia, mientras que el 16.2% tiene desnutrición en la región Lambayeque
Ocho meses después el impacto de El Niño costero todavía se siente. Las lluvias de febrero ocasionaron la destrucción de cientos de cultivos en la zona alto andina de la región. Miles de familias de extrema pobreza perdieron lo poco que les quedaba. Mientras otros tantos damnificados tuvieron que desplazarse a lugares que no precisamente eran refugios. En esas vulnerables condiciones, la desnutrición y la anemia volvieron al ataque.
Los reportes de la Gerencia Regional de Salud (Geresa) indican que hasta el primer semestre de este año 7 173 niños fueron diagnosticados con desnutrición crónica, lo que representa el 16.2% de la población infantil registrada en los centros de salud.
En la anemia las cifras son más críticas: el 48.8% de los niños menores de cinco años que han sido evaluados presentan baja cantidad de hemoglobina en la sangre. Esto representa un incremento del 5% con respecto al 2016.
En ambos problemas de salud, la mayor incidencia de casos se presentó en pequeños de uno a tres años de edad de los distritos de Incahuasi (50.1%), Cañaris (44.1%), Mórrope (33.5%) y Salas (26.4%).
Al respecto, la coordinadora regional de la Estrategia Sanitaria de Alimentación y Nutrición Saludable (ESANS) de la Geresa, Carmen Izquierdo Torres, explicó que ambos indicadores no han podido ser reducidos en las zonas altoandinas, pues el fenómeno pluvial limitó de forma drástica el consumo de alimentos ricos en hierro, proteínas y vitaminas.
“Uno de los factores fue sin duda el Niño costero que no solo aisló familias, sino que también afectó sus cosechas con las que suelen alimentarse. Eso ocasionó que la dieta del niño en la zona andina sea menos balanceada y –además– presenten déficit de hierro”, precisó la nutricionista.
De otro lado el coordinador de la Mesa de Concertación para la Lucha contra la Pobreza de Lambayeque, Luis Montenegro Serquén, considera que con las lluvias se complicó la atención de los damnificados en los establecimientos de salud, pues los padres tuvieron que ser desplazados a otras zonas donde los menores no pudieron continuar con sus controles médicos.