RELIQUIAS DE SANTA ROSA FORTALECERAN LA FE DE TACNEÑOS

En un marco de gran devoción mañana 02 de junio,  el pueblo de Tacna recibirá las reliquias de Santa Rosa de Lima. Desde las 08:30 horas un contingente policial resguardará y acompañará a su Patrona Rosa de América, lo mismo harán las enfermeras y los fieles devotos, hacia la Iglesia Catedral, donde se oficiará una misa concelebrada.

La peregrinación de los restos de la religiosa peruana, se da al conmemorarse 400 años de su deceso.

El Obispo de la Diócesis de Tacna y Moquegua,  Monseñor Marco Antonio Cortez Lara, anunció que en Tacna permanecerá parte de las reliquias de Isabel Flores de Oliva.

Un cálido homenaje se brindará a las reliquias de Santa Rosa,  en el atrio de la Catedral, a cargo del Gobierno Regional de Tacna, Municipalidad Provincial de Tacna,  la Policía Nacional del Perú y el Colegio de Enfermeras. Durante la permanencia de las reliquias se han programado confesiones para toda la comunidad católica.

Las reliquiaa de Santa Rosa se suman a otras que están en poder de la Diócesis de Tacna y Moquegua, como los restos óseos de Santa Fortunata, San Martin de Porres y la sangre de San Juan Pablo II.

BIOGRAFIA.-

Santa Rosa de Lima nació el 20 de abril de 1586 en el hospital del Espíritu Santo de la ciudad de Lima, entonces capital del virreinato del Perú. Hija de Gaspar Flores (un arcabucero de la guardia virreinal natural de San Juan de Puerto Rico) y de la limeña María de Oliva, que en el curso de su matrimonio dio a su marido otros doce hijos. Recibió bautismo en la parroquia de San Sebastián de Lima, siendo sus padrinos Hernando de Valdés y María Orozco.

En compañía de sus numerosos hermanos, la niña Rosa se trasladó al pueblo de Quives (localidad andina de la cuenca del Chillón, cercana a Lima), cuando su padre asumió el empleo de administrador de un obraje donde se refinaba mineral de plata. En Quives, la futura santa recibió en 1597 el sacramento de la confirmación de manos del arzobispo de Lima, Santo Toribio de Mogrovejo.

 

Isabel Flores de Oliva, nombre real de la religiosa de la orden de los dominicos, reconocida como la primera santa de América, luego de haber dado signos de una intensa precocidad espiritual, a los veinte años tomó el hábito de terciaria dominica, y consagró su vida a la atención de los enfermos y niños y a las prácticas ascéticas, extendiéndose pronto la fama de su santidad.

Santa Rosa de Lima  fue venerada ya en vida por sus visiones místicas y por los milagros que se le atribuyeron, en poco más de medio siglo fue canonizada por la Iglesia católica, que la declaró patrona de Lima y Perú,  poco después de América, Filipinas e Indias Orientales.

 

 

Ya desde su infancia se había manifestado en la futura santa, su vocación religiosa y una singular elevación espiritual. Había aprendido música, canto y poesía de la mano de su madre, que se dedicaba a instruir a las hijas de la nobleza. Se afirma que estaba bien dotada para las labores de costura, con las cuales ayudaría a sostener el presupuesto familiar. Con el regreso de la familia a la capital peruana, pronto destacaría por su abnegada entrega a los demás y por sus extraordinarios dones místicos.

Por aquel entonces, Lima vivía un ambiente de efervescencia religiosa al que no fue ajeno Santa Rosa: era una época en que abundaban las atribuciones de milagros, curaciones y todo tipo de maravillas por parte de una población que ponía gran énfasis en las virtudes y el ideal de vida cristiano. Alrededor de sesenta personas fallecieron en “olor de santidad” en la capital peruana entre finales del siglo XVI y mediados del XVIII. Ello originó una larga serie de biografías de santos, beatos y siervos de Dios, obras muy parecidas en su contenido, regidas por las mismas estructuras formales y por análogas categorías de pensamiento.

Hacia 1615, y con la ayuda de su hermano favorito, Hernando Flores de Herrera, construyó una pequeña celda o ermita en el jardín de la casa de sus padres. Allí, en un espacio de poco más de dos metros cuadrados (que todavía hoy es posible apreciar), Santa Rosa de Lima se recogía con fruición a orar y a hacer penitencia.

Transcurridos los años, allá por 1617, el mismo día de su muerte, por la tarde, se efectuó el traslado del cadáver de Santa Rosa al convento grande de los dominicos, llamado de Nuestra Señora del Rosario. Sus exequias fueron imponentes por su resonancia entre la población capitalina. Al día siguiente, 25 de agosto, hubo una misa de cuerpo presente oficiada por don Pedro de Valencia, obispo electo de La Paz, y luego se procedió sigilosamente a enterrar los restos de la santa en una sala del convento, sin toque de campanas ni ceremonia alguna.

El proceso que condujo a la beatificación y canonización de Rosa de Lima empezó casi de inmediato, con la información de testigos promovida en 1617-1618 por el arzobispo de Lima, Bartolomé Lobo Guerrero. Tras cinco décadas de procedimiento, el papa Clemente IX la beatificó en 1668 y un año después la declaró patrona de Lima y de Perú. Su sucesor, Clemente X, la canonizó en 1671; un año antes la había declarado además patrona principal de América, Filipinas y las Indias Orientales. La festividad de Santa Rosa de Lima se celebra el 30 de agosto en la mayor parte de los países, pese a que el Concilio Vaticano II la trasladó al 23 de agosto.

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